El deseo sexual es ese interés o ganas que te dan para involucrarte en algún tipo de actividad sexual, ya sea sola o en pareja. Esas ganas pueden manifestarse de manera voluntaria o consciente en forma de fantasías sexuales en las que te haces una película en tu cabeza, en la que te imaginas situaciones sexuales que pueden tener ingredientes de la realidad y de la imaginación. Asimismo, ese interés puede hacerse presente de manera involuntaria o inconsciente en forma de sueños eróticos, el famoso “sueño húmedo”.
Cada mujer tiene un nivel de deseo sexual diferente y, además, en una misma mujer, el deseo puede variar según las diferentes situaciones o etapas de la vida en que nos encontremos.
Durante muchos años se había creído que solo existía un tipo de deseo sexual, el llamado “deseo sexual espontáneo”, aquel que aparece de la nada, sin que lo llames o lo pidas, aquel que cuando menos piensas se presenta y te lleva a buscar actividad sexual. Con base en esto, muchas personas, especialmente un gran número de mujeres, que no percibían estas “ganas de la nada” fueron catalogadas erróneamente como personas con bajo deseo sexual o trastorno de deseo sexual hipoactivo.
Afortunadamente, la ciencia vino al rescate. Desde hace algunas décadas se ha encontrado que además del deseo sexual espontáneo, existe otro tipo de deseo sexual llamado «responsivo« o «sensible«. El deseo sexual responsivo se hace presente después de que aparece la posibilidad de una actividad sexual o cuando ya la actividad sexual ha iniciado. Por ejemplo, digamos que estás en la sala de tu casa con tu pareja, no estás pensando en tener un encuentro sexual en ese momento, pero empiezan a besarse y a acariciarse y llegas a un punto en el que te das cuenta que quieres continuar y tener esa relación sexual.
La educadora sexual Emily Nagoski en su libro Tal como eres, compara el deseo sexual de la mujer con un automóvil. Existe un freno de mano o de parqueo, que, si está activado, no dejará que el deseo sexual aparezca o será muy difícil que esto suceda; si no está activado, será más sencillo para la mujer manifestar su deseo sexual. Ese es tu estado de base, es decir, te indica qué tan predispuesta o no estás para que aparezcan tus ganas. Igualmente, existe un freno de pedal y un acelerador, que se activarán o desactivarán, dependiendo de la situación en la que estés; si estás con una persona que te gusta, en un ambiente en que te sientas cómoda, puedes olvidar tus preocupaciones por un rato y estar presente en cuerpo y mente en ese momento, entonces ese freno de pedal se desactivará y el acelerador pondrá el carro en marcha, estarás lista para continuar y tener un encuentro sexual. Pero si estás muy angustiada por algún motivo, estás disgustada con tu pareja, no es un espacio en el que te sientas cómoda, etc., tu freno de pedal se activará y no aparecerán esas ganas del encuentro sexual, por más que ruegues que así sea.
Entonces, el bajo deseo sexual es cuando tienes esos frenos activados y las ganas de una actividad sexual no aparecen. Para muchas mujeres, el bajo deseo es motivo de preocupación no solo por la molestia propia sino porque empieza a afectar la relación de pareja ya que inicia un ciclo vicioso de “mi pareja quiere sexo, pero yo no, mi pareja se enoja” o “mi pareja piensa que yo no le quiero o que ya no le deseo” o “mi pareja me reclama porque no le busco para hacer el amor y me ha dicho que se quiere separar de mí” que genera discusiones y problemas.
La buena noticia es que tiene solución y se puede tratar con terapia sexual como a la que puedes acceder en Sexólogos SUGO.
Escrito por Diana Carolina Ocampo.
Médica Sexóloga Clínica.