La sexología clínica puede concebirse como uno de los campos de aplicación de la sexología, que se caracteriza por adoptar y emplear los procedimientos y las técnicas que la ciencia y la evidencia clínica han demostrado como apropiados y eficaces, para intervenir la sexualidad y los comportamientos sexuales, con el objetivo fundamental de alcanzar, mantener y restaurar, la capacidad de disfrutar el placer sexual, pero sin dejar de promover la salud, es decir, el bienestar físico y mental de las personas. Aunque, por supuesto, la función reproductora y la función erótica son interdependientes, estas funciones primarias de la sexualidad constituyen distintas áreas del conocimiento, de tal manera que el manejo de los problemas de la fertilidad y la reproducción han desarrollado disciplinas y especializaciones médicas diferentes.
Como se afirmó, la sexología clínica está íntimamente asociada a la salud sexual, y esta última se enfoca más en alcanzar y garantizar las posibilidades y condiciones del goce erótico, sobre todo a nivel poblacional y no tanto a nivel individual. En ese sentido, la salud sexual depende, en buena medida, del avance de la salud pública y de los derechos sexuales en las distintas naciones, y de que se garanticen en la población, y/o en las minorías sexuales, los determinantes socioeconómicos, políticos y culturales, que favorezcan el ejercicio del derecho al placer sexual.
En otras palabras, gracias a su capacidad de intervención, la sexología clínica responde a las necesidades contemporáneas en lo que corresponde a la calidad de la vida erótica de las personas, lo que a su vez contribuye directa o indirectamente a generar una mayor calidad en el ejercicio de la función reproductora de la sexualidad humana (Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS), 2009; Barzelatto & Pan American Health Organization, World Health Organization, World Association for Sexology, 2000).
La sexología clínica, para lograr su objetivo, utiliza dos herramientas que se derivan del cuerpo de conocimientos y del método generado por la sexología; estos son: la terapia y la educación sexual. Dicho de otro modo, la sexología clínica es una forma de ciencia aplicada, cuyos objetivos están orientados a la resolución de problemas y enfermedades sexuales mediante técnicas adaptadas e integradas, provenientes de variadas disciplinas y corrientes terapéuticas. La sexología clínica contribuye a mejorar la salud sexual y la salud mental, por lo tanto, contribuye a mejorar el nivel de salud global de las personas.
Por otra parte, Useche explica la relación que hay entre sexología clínica y la terapia sexual, de la siguiente manera:
La historia de la terapia sexual está ligada a la historia misma de la sexología como ciencia. En ese sentido, la terapia sexual es un área especializada de la psicoterapia con sólo unas pocas décadas de existencia y que todavía se encuentra en un período de sistematización conceptual y de evaluación de la eficiencia de los procedimientos y técnicas sexo – terapéuticas específicas que se han desarrollado en este lapso de tiempo, persistiendo aún diferentes enfoques teóricos y metodológicos. La terapia sexual se entiende aquí como una de las principales herramientas de la sexología clínica y consiste en la intervención orientada a superar los problemas sexuales mayores o disfunciones sexuales que presenta una persona mediante: a) el análisis del caso motivo de consulta basado en los conocimientos científicos que permiten explicar la función erótica de la sexualidad humana en sus diversas fases (apetitiva, relacional, estimulatoria, excitatoria y orgásmica) y planos (psíquico o central, somático o periférico, y externo o comportamental); b) la implementación consensada con el consultante de procedimientos y técnicas sexo – terapéuticas apropiadas y fundamentadas en la evidencia científica; y c) el respeto por los más rigurosos estándares de ética profesional por parte del terapeuta (Useche, 1999, 2016)
De acuerdo con lo anterior, el sexólogo clínico es un profesional formado en la rigurosidad del conocimiento científico sexológico y está debidamente entrenado para realizar terapia y educación sexual, con el objetivo de resolver los problemas sexuales menores y las disfunciones sexuales, es decir, los problemas sexuales mayores. A nivel teórico y conceptual, el sexólogo clínico integra, de manera comprehensiva, vastos conocimientos disciplinares en una visión sexológica que es propia y, por lo tanto, diferente a la que proveen los conocimientos uni-disciplinares aislados (Mace, Bannerman, Burton, & Organización Mundial de la Salud, 1975). Sin embargo, en casos en donde el consultante con problemas sexuales presenta algún componente complejo, o perteneciente a otra área específica del conocimiento, el sexólogo clínico debe identificarlo y remitirlo para su tratamiento interdisciplinario. A nivel de la intervención terapéutica, el sexólogo clínico emplea un arsenal de enfoques, tecnologías, procedimientos y técnicas específicas, derivadas de la sistematización de las prácticas terapéuticas que han demostrado su pertinencia y eficiencia en las últimas décadas (Useche, 2016).
Por otra parte, el sexólogo clínico para poder ejercer, debe resolver los conflictos de su propia sexualidad, debe reconocer sus propios prejuicios, así como aceptar, comprender o tolerar al consultante y superar la turbación que le produzcan los problemas sexuales de los demás, (Mace et al., 1975). Alzate describe muy bien ciertos requisitos que debe cumplir el buen terapeuta sexual:
a) tener sólidos conocimientos sexológicos; b) tener plena consciencia de su propia sexualidad, y no permitir que ella influya en el tratamiento del problema del consultante; c) sentirse perfectamente cómodo discutiendo cualquier tipo de problema sexual; d) sobre todo tener absoluta tolerancia hacia las opiniones y prácticas sexuales de las personas, mientras no sean nocivas para otros individuos… y aptitud necesaria para establecer la relación terapéutica (Rapport) (Alzate, 1987, p. 227,228)
Además, al estudiar y entender al consultante desde múltiples perspectivas complementarias, de acuerdo con el criterio sexológico, debería estar en capacidad de integrar el punto de vista de las ciencias humanas y sociales, en conjunto con los paradigmas, evaluaciones y tratamientos, provenientes de la medicina biológica. En este sentido, el sexólogo clínico, gracias a su formación “humanista, socioantropológica y psicológica (etológica humana)” (Alzate, 1987) que se integra con sus conocimientos y habilidades provenientes del modelo biomédico, estaría capacitado para tratar los problemas sexuales menores y también los mayores o disfunciones sexuales propiamente dichas, descritas más adelante.
La combinación de actitudes positivas hacia la sexualidad, conocimientos científicos y habilidades terapéuticas, le permite al sexólogo clínico avanzar en la superación del dualismo cartesiano mente-cuerpo, enfocar la sexualidad desde la salud, y no exclusivamente desde la enfermedad, y lograr el principal objetivo del sexólogo clínico que es el de “promover la obtención del placer [sexual]” (Alzate, 1987, p. 227) de una forma mucho más eficiente que un médico general u otro profesional especialista en otra área, con poco o ningún entrenamiento en terapia sexual y en los elementos biomédicos y transdisciplinares que influyen en la sexualidad.
De todas maneras, sin importar la disciplina desde donde se aproxime al problema sexológico, es necesario, para el sexólogo clínico, permanecer siempre atento a evitar la tendencia a patologizar y medicalizar comportamientos sexuales que son considerados inmorales o inadecuados (Useche, 2005; Arcila Rivera, 2014). Para que el sexo-terapeuta pueda cumplir con su función, que es la de ayudar a la persona a buscar y obtener el placer sexual, es imprescindible que este abandone el modelo “patológico” tradicional de la medicina, que se ha centrado en el manejo y evitación del dolor, la curación del enfermo o en la simple prolongación de la vida sin tener presente la calidad de vida del paciente (Alzate, 1997).
En otras palabras, la sexología clínica tiene como objetivo la superación del problema sexual utilizando el método científico, sin limitarse al empleo de técnicas de modificación de conducta y adoptando una estrategia terapéutica comprehensiva que incluya los enfoques, intervenciones y técnicas, que han demostrado científicamente la validez de su empleo y un alto grado de eficacia. A diferencia de este enfoque, se encuentran otros no interesados en ser validados por el método científico, como es el caso del psicoanálisis que, de acuerdo con los criterios freudianos, se encarga de resolver los conflictos subyacentes a los problemas sexuales, sin tener como objetivo principal superar el problema sexual ni en promover el gozo del placer sexual (Useche, 2016).
Por otra parte, en las últimas décadas y en la medida en que la salud y la medicina se mercantilizaron en extremo, se fortaleció globalmente la tendencia a “patologizar” el comportamiento sexual, tendencia que venía de tiempo atrás, como bien lo analizara Foucault en su “Historia de la sexualidad”, y que básicamente consistió en un proceso de “medicalización del pecado” (Foucault, 2005). Para superar esta situación, Alzate (1987) propuso un cambio de paradigma: entender las dificultades y disfunciones sexuales en términos de problemas sexuales menores y mayores. Luis Álvarez Gayou, psiquiatra y sexólogo mexicano recientemente fallecido, también hizo una enorme contribución a la despatologización de la conducta sexual, específicamente en lo referente a las denominadas parafilias, con su clasificación de las “Expresiones Comportamentales de la Sexualidad” (Alvarez Gayou, 2011). Igualmente, en Norteamérica, Ellyn Kaschak y Leonore Tiefer (Kaschak & Tiefer, 2002), y su grupo de trabajo: “Una nueva visión de los problemas sexuales femeninos”, desarrollaron una clasificación orientada a desmedicalizar las dificultades en la vida sexual de las mujeres.
Dos décadas después de la reclasificación de los trastornos sexuales propuesta por investigadores y clínicos como Alzate, Álvarez y Tiefer, la OMS reconoció explícitamente la importancia de cambiar el paradigma centrado en la enfermedad sexual, y recomendó dar prioridad al bienestar y el placer sexual (World Health Organization, 2010, p. 18). Similar orientación adoptó la Asociación Mundial para la Salud Sexual (World Association for Sexual Health, WAS, 2008).
En este contexto, el sexólogo está interesado en apoyar su trabajo clínico en las tecnologías más avanzadas que permitan optimizar la experiencia sexual, incluyendo la realidad virtual en 3D, cyborgs, estimulación cerebral y, por supuesto, los medicamentos. Sería un error, por ejemplo, no prescribir Sildenafil cuando sea indicado. Sin embargo, como se ha insistido en esta declaración, el sexólogo clínico considera inapropiado y éticamente cuestionable ofrecer determinada tecnología o medicamento como única alternativa de manejo ante una disfunción sexual, toda vez que, seguramente, sería un abordaje reduccionista limitado al plano somato-fisiológico de la función sexual, que no brindaría la atención comprehensiva que los problemas sexuales requieren.
Por otra parte, el especialista en “Terapia Sexual” o, dicho de otro modo, el psicoterapeuta sexual, es aquel profesional con una formación de pregrado y posgrado en psicología y en ciencias del comportamiento humano, es decir, psicólogo o psiquiatra entrenado en modalidades de psicoterapia con fundamentación científica, desarrolladas a partir de los diferentes enfoques o sistemas psicológicos reconocidos y especialmente en el tratamiento cognitivo y conductual de los problemas sexuales, que podrían resolver los problemas sexuales de origen predominantemente psicológico y educativo (World Association for Sexual Health, WAS, 2007). A diferencia del sexólogo clínico, carece de entrenamiento sexual específico en la comprensión y utilización de herramientas provenientes de la biomedicina, del examen físico y de otros conocimientos transdisciplinarios (World Association for Sexual Health, WAS, 2009b). Adicionalmente, existe la figura del especialista en “Medicina Sexual”, que es aquel profesional médico o cirujano, con entrenamiento sexual especifico y con conocimiento en tratamientos farmacológicos, quirúrgicos y psicoeducativos, que resuelve los problemas sexuales de origen predominantemente somático; a diferencia del sexólogo clínico, dentro de su práctica profesional, no suele integrar herramientas cognitivas, conductuales y otras de origen transdisciplinar, provenientes de diversas áreas, para la solución de los problemas y enfermedades sexuales. Por su parte, el sexólogo clínico, a diferencia del “Cirujano Especialista en Medicina Sexual”, no está en capacidad de practicar tratamientos quirúrgicos, como las cirugías de reasignación sexual, o el implante de prótesis peneanas, entre otras (World Association for Sexual Health, WAS, 2007, 2009a).
Por: German Quiroz MD, Especialista en Sexología Clínica
Referencias
Alvarez Gayou, J. L. (2011). Sexoterapia integral. Editorial Manual Moderno.
Alzate, H. (1987). Sexualidad humana. Bogotá: Temis.
Alzate, H. (1997). La sexologie a l’université de Caldas, Manizales, Colombie. Arléa-Corlet, 47-51.
Arcila Rivera, A. (2014). Comportamiento sexual: entre la biología, la moral y el derecho (Primera edición). Manizales, Colombia: Editorial Universidad de Caldas, Facultad de Ciencias de la Salud.
Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS). (2009). Salud Sexual para el Milenio, Declaración y documento técnico. Washington, D.C: Biblioteca Sede OPS. Recuperado de http://176.32.230.27/worldsexology.org/wp-content/uploads/2013/08/salud-sexual-para-el-milenio.pdf
Barzelatto, J., & Pan American Health Organization, World Health Organization, World Association for Sexology. (2000). Promotion of sexual health : recommendations for actions : proceedings of a regional consultation convened by Pan American Health Organization (PAHO), World Health Organization (WHO) in collaboration with the World Association for Sexology in Antigua Guatemala (Conference reports and proceedings) (p. 58). Guatemala: Pan American Health Organization, Pan American Sanitary Bureau, Regional Office of the World Health Organization. Recuperado de http://www.paho.org/Spanish/AD/FCH/AI/salud_sexual.pdf
Foucault, M. (2005). Historia de la sexualidad: la voluntad de saber. (J. Varela & F. Álvarez-Uría, Trads.) (2. ed., corregida y revisada, Vol. 1). Madrid: Siglo XXI veintiuno de Espana.
Kaschak, E., & Tiefer, L. (2002). A New View of Women’s Sexual Problems: The Working Group for A New View of Women’s Sexual Problems. Women & Therapy, 24(1-2), 1-8. https://doi.org/10.1300/J015v24n01_01
Mace, D. R., Bannerman, R. H. ., Burton, J., & Organización Mundial de la Salud. (1975). Las enseñanzas de sexualidad humana en las escuelas de formación de profesionales de la salud. Ginebra: Organización Mundial de la Salud.
Useche, B. (1999). El médico y la salud sexual. En Cinco estudios de sexología (pp. 95-118). ARS Serigrafía Ediciones.
Useche, B. (2005). Medicalización, erotismo y diversidad sexual: una crítica sexológica al DSM-IV-TR (I parte). Sexología Integral, 2(1), 36-42.
Useche, B. (2016). Breve historia de la terapia sexual. Boletines Colpsic, (16).
World Association for Sexual Health, WAS. (2007). DEFINITIONS OF PROFESIONAL SPECIALTIES. Recuperado de http://www.worldsexology.org/resources/professional-ethics/
World Association for Sexual Health, WAS. (2008). Sexual Health for the Millennium. A Declaration and Technical Document. Minneapolis, MN, USA.
World Association for Sexual Health, WAS. (2009a). INTERNATIONAL STANDARDS for SEXUAL MEDICINE SPECIALISTS (PHYSICIANS & SURGEONS). Recuperado de http://www.worldsexology.org/resources/professional-ethics/
World Association for Sexual Health, WAS. (2009b). INTERNATIONAL STANDARDS of PRACTICE for SEXUAL COUNSELLORS and SEXUAL PSYCHOTHERAPISTS. Recuperado de http://www.worldsexology.org/resources/professional-ethics/
World Health Organization. (2010). Developing sexual health programmes A framework for action. WHO.